Google+

9 de noviembre de 2015

Finisterre


La noche en su ligereza,
cálida y limpia,
es todo comienzo.

Oigo suspiros lejanos:
¡Bandrés! El camarada de bailes,
buscando a la mujer ladina,
entre la multitud, perdida.

Y por el sendero de la espera,
mi abogado setentón,
sensible y de amenazas,
todavía aguarda,
a la que partió de su mundo,
por pena y principios,
sin providencia alguna,
envuelta en su vestido líquido,
dolorosamente inolvidable.


A veces, reconoce su silueta,
al fondo de la calle,
para perderse en una encrucijada,
o en una amenazante desconocida.  


Su sufrimiento es tal,
que se ha vuelto sagrado,
ante mis ojos.




Y yo,
a través de la puerta blanca,
oigo tu voz suave, cálida,
de despedida hasta el alba,
y mis dos ojos,
bajan suavemente al sueño,
con una alegría, lenta e invasora.
 
“La puerta blanca, al otro lado se puede ver Finisterre y el mar "


No hay comentarios: