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4 de noviembre de 2020

San Fermín

Vibró al amanecer,

el dulce silbo,

en la voz paternal: 

“Iñaqui hijo,

levanta, ha llegado la hora,

Vamos al encierro"


Lo saben,

el último,

para el padre.


¡La estampida!

Torrente de toros,

Corredores y espectros, 

Con las suertes juntas,

Y la manada partida


Doloroso, hondo y cuajado,

nada personal,

cabeceó,

Y rompió a Jack,

Horrísono impacto,

sobre el viejo suelo,

de La Estafeta,

¡Hueso blanco, 

músculo rojo!


Chris, en el hirviente,

Hospital pamplonica, 

Contempla a su amigo.

¿Por qué Dios,

Ha bendecido a Jack,

con esa herida gloriosa?


Y ahora, la luna espléndida,

tan cerca, 

del íntimo susurro, 

que escucha,

todo Pamplona: 

“Gracias padre,

para siempre”



Ese silbo susurrado,

ya arriba, 

Cruzando el mar,

con Jack y Chris, 

que llevan, Ernesto, como tantos,

el tacto del cuero pamplonica, 

en los latidos, de sus corazones.


Abajo, arrastran a Doloroso, 

Con los ojos abiertos,

vueltos hacia Irati,

donde alguien,

¿Pájaro? ¿Persona?  

lloraba un canto.


¡Que segundos tan cortos!

Para el estallido ardoroso, 

de una canción, 

Tan lejana, festiva y dolorida.


"El viejo y sufrido suelo de la estafeta"










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