Noche blanca del bosque
en que por vez primera,
y última, le vió,
a él,
al enemigo.
La aparición,
¡Quieto!
Un silencio inmóvil.
La mirada ...,
hasta que llegaron los demás,
de la columna.
Se lo llevaron prisionero,
difusamente,
en una violenta ausencia de color.
La vegetación abandonada,
otra vez solitaria,
en que la tierra giraba.
¡Aquellos ojos,
silenciosamente familiares,
de todo el enemigo!
No lejos,
el Urumea, el río de la guerra y el regreso,
(Venía limpio, transparente, con angulas, nos contaban)
donde se bañaron mis padres sin conocerse,
chapoteando en la luz blanca del pasado,
que lo inundaba todo.
del
libro “nos agrada...” Editorial ONAGAR, 1993
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