Amaneció Sonia
con tal energía,
que tras un interminable
y agotador esfuerzo,
logró iniciar aquel luminoso día,
más limpia,
que su maloliente ciudad.
Y todavía,
¿Me escuchan?,
todavía,
elevándose
sobre aquellas calles sórdidas,
le sobró el impulso,
para visitar a Juan,
por la Amistad,
y por Juan,
aunque no lo merecía.
Volvió aún alegre,
por las mismas calles mugrientas,
con una convicción turbia.
Que el amor
y la amistad,
no se merecen,
los mezcles
con la esperanza
la pureza,
la piel ardiente,
la justicia,
o la lealtad.